El Duelo desde una mirada Gestáltica

La Terapia Gestalt conceptualiza la pérdida como un desequilibrio en la autorregulación del campo organismo‐entorno, y el duelo como el camino hacia la restauración de dicho equilibrio a través del paso por varias fases: negación y aislamiento, regateo y ritual, ira, tristeza y aceptación.

24-10-2024

Como todo tiene un principio y un final, una apertura y un cierre, la persona sana se pone en contacto con el entorno para poder satisfacer una necesidad, una vez satisfecha la cual puede retirarse. Sin embargo, en el caso del proceso de duelo no se produce una retirada natural porque es la vida la que suele arrebatar al ser querido sin preguntar, produciéndose una situación de privación que genera normalmente frustración, tensión y desequilibrio personal (Vázquez, 2020).

 

La conceptualización del duelo desde esta perspectiva tiene en consideración el hecho de que una manera habitual de afrontar circunstancias dolorosas o frustrantes es dejando de sentir y bloqueando o reprimiendo la expresión de las emociones y sentimientos. Cuando esto ocurre, las personas se alejan no sólo de sus sentimientos y emociones sino también de las necesidades que están en la base de estos, que quedan codificados en la memoria en forma de asuntos inconclusos o no resueltos (Perls, 1951). En esta línea, si la persona doliente no atraviesa las distintas fases del duelo, esté queda enquistado en forma de situación inconclusa que tarde o temprano se abre paso para ser resuelta. En cambio, si la persona realiza un proceso de elaboración del dolor por la pérdida, se facilita la resolución del conflicto que está implica y se produce un crecimiento personal. Como señalan Greenberg y cols., (1996) los asuntos no resueltos impiden frecuentemente separarse y cerrar una relación puesto que la persona se queda con todas las emociones acumuladas y no expresadas, incluyendo resentimientos y reproches antiguos, impotencia y frustraciones, culpas y dolores, así como sentimientos de aprecio y amor, generándose un enganche emocional a la relación, aunque la persona ya no esté presente. La despedida es por ello un aspecto clave para la resolución del duelo (Magaña et al., 2022) pues facilita el proceso por el que la persona puede concluir internamente la relación emocional, separarse y cerrar (Greenberg et al., 1996).

El acompañamiento psicoterapéutico humanista en el proceso de duelo está, por tanto, enfocado a evitar que se genere una nueva situación inconclusa en la vida de la persona doliente (Vázquez, 2020). Los asuntos no resueltos con una persona significativa son codificados como recuerdos esquemáticos emocionales que se activan en determinadas situaciones que evocan estos recuerdos, como por ejemplo cuando la persona imagina o piensa en esa persona (Greenberg et al., 1996). Es imprescindible que la persona doliente pueda re‐experimentar sus asuntos inconclusos con la persona que ya no está para que pueda fluir la expresión de la emoción y de ahí la acción hacia lo que la persona necesita. El resentimiento es una de las emociones más comunes en el duelo junto a la culpa y una manifestación de asunto no resuelto (Greenberg et al. 1996). La culpa en los enfoques humanistas y en la terapia gestalt es también entendida como el sentimiento que se deriva de la experiencia de haber hecho algo que no está en consonancia con los valores de la persona o que ha herido a alguien con el consecuente arrepentimiento (Yonteff, 2005, Stroebe et al, 2014). Esto implica la existencia de pensamientos y sentimientos dolorosos sobre acciones pasadas dirigidas a la persona querida, que transgreden los valores de la persona, y se relaciona con la existencia de asuntos inconclusos en la relación y con la percepción de que se podrían haber hecho las cosas de otra manera. Poder conectar, sentir y expresar el pesar del daño recibido del otro y el daño provocado al otro, y poder estar con ello sin juicio, facilita que la persona doliente pueda asumir la libertad, la responsabilidad y la posibilidad de aceptar perdonar al otro y perdonarse a uno mismo (Gabriel, 2015; Odriozola, 1999; Yonteff, 2005).

Para trabajar todos estos aspectos,tanto los enfoques humanistas como la terapia Gestalt utilizan fundamentalmente la silla vacía. De acuerdo con Peñarrubia (1998), esta herramienta no es únicamente una técnica sino un espacio para la conciencia y la experiencia, así como un lugar donde se coloca de manera simbólica a la otra persona con el objetivo de resolver los conflictos presentes e incompletos en la relación. El diálogo que se produce en la silla vacía con el otro significativo facilita un proceso de activación y expresión de las emociones bloqueadas que lleva a recuperar información anteriormente no disponible, a reestructurar esquemas y al alivio y recuperación del bienestar (Greenberg et al., 1996).

 

 

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