¿Cómo influye el apego de la infancia en la personalidad?

Leticia Gómez-Delgado Gutiérrez del Solar

Psicóloga Col. Madrid 27167. Terapeuta Gestalt individual infantojuvenil, adultos y parejas. Axiómetra. Especializada en orientación psico-afectiva con niños, adolescentes y familias, y en intervención en Dificultades Específicas de Aprendizaje (DEA). Experto en Psicología Perinatal.

10-09-2020

Es fundamental que durante la primera infancia los bebés no se estresen mucho, para evitar que se haga un estado crónico y tenga consecuencias negativas en salud. A diferencia de los adultos, ellos no pueden eliminar por sí mismos el cortisol. Dependen de nosotros. Y cualquier pequeña circunstancia, puede resultarles muy estresante sobre todo, cuando sus cuidadores y figuras de apego se alejan. Ellos no saben si sobrevivirán o no, necesitan del cuidado de su madre y padre. De ahí la importancia de un apego seguro para ellos.

Las estructuras cerebrales encargadas de la regulación emocional se van desarrollando con las experiencias posnatales, siendo especialmente sensibles en su crecimiento durante los primeros años de vida. Así, el cerebro va desarrollando los mecanismos y estructuras que nos permiten gestionar por ejemplo el estrés y la hormona del estrés cortisol, que deja una huella en la zona del cerebro superior. La amígala que se encarga de gestionar emociones como el miedo y la ira, se despierta en un intento de permitir la adaptación del bebé al ambiente. De esta manera, el cerebro se ajusta emocionalmente en el recién nacido para que sus futuras relaciones sean lo más armoniosas posibles. Por eso es tan importante que en las primeras experiencias se sientan protegidos  y queridos y que sea ese el termómetro para medir sus emociones.

Para sobrevivir, ellos se van adaptando a las relaciones del entorno y van estructurando su cerebro a las diferentes situaciones adecuadas o inadecuadas ajustándose y tomándolas como referencia para relacionarse.

Para algunos casos de patología como los trastornos de personalidad y conducta o la depresión, los estudios científicos al respecto exponen que en la primera infancia las zonas del cerebro relacionadas con la gestión del estrés, tienen mucha actividad. Los niveles de cortisol en estos casos son altos, la amígdala está híper-activada y se produce una reducción o inactividad de las regiones orbitales y zonas prefrontales de manera que sus cerebros, no pueden ayudarles a resolver las situaciones estresantes.

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